La Fondita de Jesús, agentes de cambio social en la isla

Presentado por

La Fondita de Jesús, una organización dedicada al servicio de las personas sin hogar en Puerto Rico, cumple su trigésimo quinto aniversario en medio de una pandemia por COVID-19 y todavía navegando las aguas turbulentas que dejó el huracán María. Ambas crisis han transformado el perfil de las personas sin techo y ampliado el marco de acción de La Fondita de Jesús.

“Hoy ves en la calle a personas que antes era impensable. Gente que han perdido sus hogares porque perdieron sus trabajos por la pandemia y cada vez más ves a viejos llegando a la calle. El huracán María catapultó el cambio en ese perfil y la pandemia continúa acentuándolo”, cuenta Edwin Otero, director de desarrollo y recursos externos de La Fondita de Jesús.

El perfil de las personas que viven en la calle tradicionalmente ha estado ligado a las enfermedades mentales y uso problemático de sustancias. Hoy, explica, se suman muchas personas de edad avanzada que han quedado vulnerables y abandonadas y no cuentan con apoyo para permanecer en sus viviendas.

“También estamos viendo un aumento en jóvenes de la comunidad LGBTQ+, cuyas familias los han abandonado, y universitarios que no cuentan con recursos”, abunda. A esto se suman jóvenes de hogares sustitutos que, al cumplir la mayoría de edad, no cuentan con las destrezas de vida para mantenerse y tampoco hay un plan de alta que les permita una transición. Algo similar ocurre con las personas que salen de la cárcel.

Mucho más que un plato de comida 

“La Fondita es mucho más que un plato de comida para las personas sin hogar. Ofrecemos servicios integrales con el objetivo de que puedan reintegrarse a la comunidad”, indica Otero. Entre ellos están el servicio de duchas, lavandería, alimentación, atención médica y servicios de vivienda permanente.

Esto último es crítico, pero la demanda supera por mucho la disponibilidad de unidades y fondos. “Trabajamos con fondos HUD destinados para atender el sinhogarismo crónico de personas con condiciones físicas y mentales incapacitantes. Pero eso no atiende toda esta nueva población. Ahora estamos trabajando con un programa de realojamiento rápido para esta otra población, pero no hay suficientes unidades y el proceso toma tiempo”, subraya.

“El huracán María, los terremotos y la pandemia han demostrado cuán precaria es la seguridad, y cómo en cuestión de horas te puedes convertir en una persona sin hogar”, expresa Otero.

Abogacía, piedra angular de la organización

Otero asegura que fueron los primeros en atender a las personas sin hogar y en convertirse en su voz. “Por muchos años, estas personas fueron invisibles para la sociedad y no se les reconocían sus derechos como ciudadanos”, dice. En la lucha para que se les reconociera, abogaron activamente por la promulgación de la Carta de Derechos de las Personas sin Hogar del 2007.

Hoy, esa iniciativa de abogacía continúa con su Programa de Justicia Social, en el que ofrecen apoyo para que las personas sin hogar puedan ejercer su derecho al voto, y concienciar a organizaciones públicas y privadas sobre las necesidades y derechos de esta población.

Inquebrantable su compromiso ante la adversidad

Como en gran parte del tercer sector, la pandemia por el novel coronavirus ha supuesto un cambio en sus operaciones y realineamiento de recursos, pero no de voluntad. “Desde la cuarentena, sin saber si éramos exentos o no, continuamos ofreciendo servicios. Eso no era negociable; ofrecemos servicios esenciales para los sin hogar y personas vulnerables”, comparte Otera.

Sin embargo, la pandemia ha trastocado su programa de voluntariado, compuesto mayormente por adultos mayores, y ha requerido la contratación de recursos privados para pruebas de COVID-19 para el equipo de trabajo y para su clientela.

Igualmente, han puesto en pausa programas de educación y desarrollo concebidos para facilitar la integración de esta población a la comunidad. A pesar de los retos, siente mucha satisfacción de que sus protocolos de seguridad han sido efectivos y han permitido que tanto su equipo como las personas que acuden diariamente a buscar servicios se hayan mantenido saludables.

“La Fondita se encuentra entre las organizaciones con más larga trayectoria de servicio en Puerto Rico. El trabajo que realizan en pro de las personas sin hogar tiene un valor incalculable. En la Fundación Triple-S nos sentimos honrados de poder apoyarles, particularmente en su lucha contra la inseguridad alimentaria de quienes viven sin techo”, afirma Ivelisse M. Fernández, directora ejecutiva de la Fundación Triple-S. 

Para Otero, la pandemia por COVID-19 y la crisis económica les ha hecho todavía más conscientes de la necesidad de allegar fondos para responder con mayor rapidez a las necesidades de esta creciente población. Las otras dos áreas de enfoque de La Fondita de Jesús es continuar reforzando los servicios a poblaciones vulnerables, como los adultos mayores, y atraer nuevos voluntarios a la organización, una fuerza que siempre ha sido parte de su fórmula de servicio.